Estos dos macro tratados posicionan al Asia Pacífico como la zona comercial más activa del mundo, cimentando la presencia estelar de China y dejando a Estados Unidos prácticamente al margen.
Si bien el RCEP tendrá cierto impacto en los países latinoamericanos, es en el terreno de acción del CPTPP donde las naciones de la región tienen más que ganar o perder, de acuerdo con cómo se manejen.
Uno de esos es Chile que -junto a Japón- fue uno de los responsables de reflotar el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) como CPTPP tras la salida de Estados Unidos y en cuya capital se selló el acuerdo definitivo, en marzo de 2018, con la presencia de la entonces presidente Michelle Bachelet y varios representantes de las 11 naciones involucradas: Australia, Canadá, Japón, México, Nueva Zelanda y Singapur, que lo ratificaron ese mismo año, a los cuales luego se sumaron Vietnam en 2019 y Perú en 2021.
Actualmente el área de influencia del CPTPP o TPP11 concentra una población de 512 millones de personas (7% de la población mundial) y representa el 12% del PIB global.
La alianza busca rebajar las barreras comerciales, establecer un marco común de propiedad intelectual, reforzar los estándares de derecho del trabajo, derecho ambiental y establecer un mecanismo de arbitraje de diferencias.
A pesar de los intentos del actual presidente chileno, Sebastián Piñera, por ratificarlo y así dejarlo como un legado de su gobierno, el Senado no ha aprobado el acuerdo –es uno de tres países que aún no lo ha hecho, junto a Brunéi y Malasia– y no se prevé que con la llegada de nuevas autoridades esta situación cambie.
Una de las banderas de lucha del estallido social chileno de 2019 fue un llamado popular a no permitir la vigencia del tratado, bajo temores de pérdida de soberanía y protección ambiental que, en su momento, hasta el premio Nobel Joseph Stiglitz cuestionó.
Una decisión inexplicable para el chileno Alejandro Jara, abogado especializado en comercio internacional y exdirector general adjunto de la Organización Mundial del Comercio.
«El CPTPP mejora el acceso para más de 3.200 productos chilenos (al mercado de los países firmantes), en los que tenemos una capacidad exportadora y tenemos la experiencia: carne bovina y de cerdo, productos lácteos, salmón, cítricos, tableros de madera, vinos, jugos de fruta, miel, pasta de tomate, entre otros», enumeró.
La preocupación para el abogado es que muchos de estos productos también se producen en otros países del CPTPP, como Perú o México. «Y ellos van a tener ahora, para estos productos, mejores condiciones de acceso que las que tiene Chile actualmente», se lamentó.
«Además el acuerdo abre el mercado de las compras públicas, que no están en los tratados bilaterales que tenemos con Malasia, Vietnam y México. Nuevamente es una oportunidad de acceso que se está desechando. Y lo tercero es que, dentro del CPTPP hay una sola norma de origen ahora, entre los países que comercian, y con esa acumulación de origen las oportunidades que se nos abren son muchísimas. El tratado hace eso de una plumada», subrayó Jara.
Respecto de la pérdida de soberanía o la imposición de leyes favorables a transnacionales, el abogado experto en comercio enfatizó: «Implementar el CPTPP en Chile no supone modificar ninguna ley nacional».
«No hay nada en el texto que implique que vayamos a tener más o menos obligaciones ambientales o laborales, sociales, y en materia de inversión extranjera sigue igual que hasta ahora. No tenemos ninguna obligación adicional», explicó.
«Más bien yo diría que el lenguaje mismo (del acuerdo) en materia de inversión extranjera, es más favorable bajo el CPTPP que bajo los acuerdos bilaterales que tenemos, en el caso que haya alguna controversia», aclaró Jara, quien sí reconoció que el tenor del acuerdo era otro cuando estaba Estados Unidos en el horizonte.
«Efectivamente, Estados Unidos exigió en el TPP original que hubiese ciertas disciplinas, sobre todo en materia de propiedad intelectual y medicamentos, que para algunos países iba a ser más difícil que para otros implementar. Para Chile yo creo que no iba a ser tan dramático, pero como Estados Unidos no entró, esas obligaciones quedaron suspendidas, así que no existen», destacó.
Impactos positivos del CPTPP
Al cumplir tres años de vigencia de su puesta en vigor, la Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales (SUBREI), dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, difundió una serie de impactos positivos del CPTPP para las exportaciones de los países que ya lo aprobaron.
Ahí se destaca, por ejemplo, un aumento del 16% en las exportaciones australianas a Canadá de 2021 con respecto a 2018, gracias a mayores ventas de plata, carne de bovinos y ovinos, espumantes, maquillaje, medicamentos, queso, máquinas para la minería, uvas y mandarinas.
Un impacto que la entidad estatal correlaciona directamente a los beneficios del TPP11. «Si no existiera el acuerdo, la carne de bovinos australiana debería pagar un arancel del 26,5% para su ingreso a Canadá: gracias al acuerdo, el arancel cae a 8,5% llegando a 0% en un plazo de once años desde la entrada en vigor», valoraron en Subrei.
Del mismo modo, y para los mismos periodos, señalan un aumento del 13% en las exportaciones canadienses a Japón, comparando además que Canadá ingresa hoy con un arancel de 12,5% a ese país, cifra que llegará a 0% en 2025. Mientras que Chile paga 25,5% por no estar en el bloque aún.
En el caso de Perú, nación que sí ratificó el ingreso al CPTPP, Juan Carlos Ladines, profesor en la carrera de negocios internacionales en la Universidad del Pacífico, tiene un optimismo con reparos.
«¿Vamos a lograr más comercio? Sí, no lo podría negar. ¿Vamos a afianzar más comercio sobre la base de lo que hemos desarrollado? También. Pero la pregunta es «¿Vamos a mejorar la calidad de nuestro comercio?» Y ahí, Perú sí que está en una posición donde, con la evidencia de la serie de bilaterales que tiene, no ha visto una mejora significativa. Creo que sí hubo un salto con las agroexportaciones, pero seguimos todavía siendo parte inicial de la cadena», reconoció.
Ladines consideró que Perú y Chile no dieron el salto hacia otras oportunidades, más allá de exportaciones primarias.
«Siendo el CPTPP un acuerdo para la Cuenca del Pacífico, ¿Por qué no se han desarrollado otras oportunidades en sectores de tecnología de servicios? Se ha visto muy poco en esa línea y ese sector es el que impacta con mayor significancia en calidad de mano de obra en la mejora de valor agregado», argumentó.
Para el caso de México, las señales son contradictorias
Si bien hay consenso en afirmar que cambia el panorama para el país de manera favorable con el acceso a nuevos mercados, porque elimina o reduce las barreras arancelarias en seis nuevos países y profundiza los beneficios que ya tiene en naciones con los que ya firmó un tratado, no todos están seguros de que los beneficios sean amplios.
El académico e investigador mexicano Renato Balderrama, director del Centro de Estudios Asiáticos de la Universidad Autónoma de Nuevo León, justamente realizó un estudio sobre el entonces TPP para el Pudong Institute for United States Studies (PIUSE), un think tank chino cuyo objetivo es estudiar a Estados Unidos. Al hacerlo, se dio cuenta de que ganaba mucho más Estados Unidos que su país.
«La verdad es que durante mi investigación busqué cosas como los impactos sobre el empleo y otros sectores. El discurso de los funcionarios era que a México le convenía mucho y vería un aumento de la inversión, pero ¿Dónde estaba ese estudio económico? Nadie me mostró nada. Todavía con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) hubo foros, voces que levantaron su voz en contra, se tomó en consideración sus quejas, pero no para el TPP”, reclamó.
Finalmente, la salida de Estados Unidos del acuerdo cambió las cosas, reconoció el investigador.
«Pero ya se habían gastado muchos recursos en la negociación y Japón puso el pie diciendo que les interesaba proseguir con el tratado, porque lo vio como un espacio para llegar a Latinoamérica. Así que se continúa con los países que ya estaban. Pero también es la forma de Japón de decir a los demás socios del acuerdo que no se iban a comprar el conflicto de Trump. Fue también un tema geopolítico para ellos», explicó Balderrama.
Así las cosas, la visión negativa del académico concluyó que el acuerdo, tal como se firmó y rige hoy, beneficiará más a naciones asiáticas, como Vietnam o Malasia, que a su propio país.
«La diferencia de esos países con México es que ellos definieron una política industrial. Ya no son maquiladores: ya están creando industria propia, patentes propias. En nuestra cadena industrial y textil el peligro ya no es China. Son Malasia y Vietnam los que nos van a matar», puntualizó.
RCEP, el otro mercado
El RCEP es el acuerdo comercial firmado por quince países de Asia y el Pacífico en noviembre de 2020, que incluye a 10 naciones miembros de la ASEAN -Indonesia (la cuarta nación más poblada del mundo), Brunéi, Camboya, Vietnam, Laos, Malasia, Myanmar, Filipinas, Singapur y Tailandia- más cinco de sus socios comerciales más importantes: China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda.
Juntos, estos países concentran 2.270 millones de habitantes, y un PIB bruto de US$ 26 billones, con exportaciones totales de US$ 5.200 billones, lo que representa un 30% del comercio global.
Lo relevante es que, como destacó el Ministerio de Comercio de China, más del 90% de los bienes comercializados entre los signatarios del RCEP eventualmente lograrán aranceles cero.
Justo antes de fin de año, Ren Hongbin, viceministro de Comercio chino anticipó que su país estaba listo para cumplir una serie de 701 obligaciones legales que pide el acuerdo; abriendo más de 22 servicios, los que se añaden a los 100 sectores que comprometió abrir Beijing cuando ingresó a la Organización Mundial de Comercio (OMC), hace dos décadas.
«La implementación del RCEP marca una nueva era dentro del proceso de apertura de China», puntualizó Ren.
Pero, por sobre las consideraciones económicas, el RCEP, además, es un triunfo político y estratégico de China.
Dado que naciones latinoamericanas como Chile, Perú, México, Colombia o Ecuador tienen una fuerte relación comercial con las naciones asiáticas del bloque RCEP, el impacto en el continente podría ser importante, pero aún no se ve del todo claro.
«Por nuestra parte es un acuerdo complicado. Las partes avanzan hacia la liberación, son procesos de desgravación arancelaria, una desmantelación de los derechos de aduana gradual, y cada país, por lo tanto, con una lista de desgravación. Así que puede que un país desgrave sus aranceles a una velocidad con uno y a otra velocidad con el otro. Entonces esto va a ser un puzle para los operadores, los agentes privados», teorizó Alejandro Jara, abogado especializado en comercio internacional y exdirector general adjunto de la Organización Mundial del Comercio.
La tesis es que, al potenciar el comercio dentro de Asia, el RCEP podría restarles cierta competitividad a los productos latinoamericanos.
«Pero el impacto va a ser diferente según el país del que se trate, porque por ejemplo Chile, que tiene una red de acuerdos de libre comercio con casi todos esos países, está en muy buena posición porque está con la cancha pareja. No obstante, Chile no va a poder aprovechar el RCEP porque no es miembro y porque no va a ser parte de esas cadenas globales de valor fundadas en estas facilidades de libre comercio que tiene. Pero Chile pierde menos, si se quiere, de lo que pierden Brasil, Argentina, Uruguay», reflexionó.
Por su parte, Juan Carlos Ladines, profesor en la carrera de negocios internacionales en la Universidad del Pacífico, manifestó: «Tenemos los acuerdos bilaterales de Tailandia, Malasia, Corea del Sur, Japón y China; ahí están las economías más importantes», apuntó.
«Se está negociando un TLC con la India, y Perú recién está mirando a Australia y Nueva Zelanda como una oportunidad. Entonces, ha habido un espacio en el cual se ha permitido el desarrollo de exportaciones dentro del contexto bilateral, pero no con el objetivo de entrar a un acuerdo regional. Al RCEP lo veo como una cosa más para los asiáticos», agregó.
Otra mirada
Algo muy distinto es lo que piensa el académico uruguayo Ignacio Bartesaghi, doctor en Relaciones Internacionales y director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica del Uruguay.
«Los países que integran el RCEP lideran el crecimiento económico mundial y poseen una enorme clase media con poder de consumo que cambia aceleradamente sus hábitos alimenticios y adquiere alimentos procesados de alto valor agregado, además de servicios y la utilización muy intensiva del comercio electrónico», enunció.
Las oportunidades clásicas de comercio con el bloque suelen identificarse en los productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, como carne, semillas oleaginosas, madera y lácteos, para el caso de Uruguay, que ya los exporta a China.
«Pero una visión más activa sobre los beneficios del RCEP podría impulsar a empresas uruguayas a invertir en la región para producir y comercializar alimentos de Asia Pacífico o para asociarse con empresas locales», destacó Bartesaghi.
Si esto es ambiguo para las naciones que miran al Pacífico, para los países latinoamericanos de la costa atlántica el panorama no se ve para nada bien con un CPTPP.
«Para naciones como Chile, Perú, México y Colombia no es tan grave quedar fuera de este fenómeno global porque tienen una gran cantidad de países con los que tienen acuerdos comerciales», sinceró Bartesaghi.
«Sí pierden el upgrade de ir más allá en normas de última generación, donde lo que se gana es ponerse de acuerdo con las mejores economías del mundo porque en el CPTPP está Japón y captó la atención de China, de Reino Unido, de Taiwán. Hay cola para ingresar», apuntó.
Efectivamente, además de China, Reino Unido, Corea del Sur y Tailandia, formalizaron o manifestaron su interés por ser miembros plenos de este bloque.
Según estimaciones de The Economist, basados en cálculos del Peterson Institute for International Economics (PIIE) solo con el ingreso de China el nivel de negocios para los países miembros del CPTPP se incrementará en más de US$ 632.000 millones, provocando un aumento de, al menos, el 1% del PIB de los países miembros.
Subrei destacó también que, frente a una eventual incorporación de China y el Reino Unido al TPP11, el tamaño del bloque será equivalente al 30% del PIB global, con un total de 1.983 millones de habitantes, generando un mercado ampliado equivalente al 25% de la población mundial.
Ante eso, Bartesaghi confirmó que los Estados que se verán afectados negativamente serán aquellos que no tengan una apertura profunda en acuerdos comerciales.
«Y es el caso del Mercosur, donde el impacto del CPTPP y el RCEP es mucho mayor, porque en el Mercosur no tenés ningún acuerdo vigente con una economía del Asia Pacífico, que es la zona del planeta más dinámica y es donde se están dando todas las transformaciones», opinó.
Para él, que los países de la Alianza ya tengan vínculos con esta zona del mundo hace que el impacto del CPTPP sea mucho menor.
«Incluso para Chile, que no lo ha ratificado, pues ya tiene acuerdos con todos sus integrantes, prácticamente. El impacto mayor es en el Mercosur porque mientras México, Chile y Perú están viendo la película, el Mercosur está haciendo la fila para comprar la entrada para verla. Entonces, el impacto es muy fuerte porque cuando tú llegas tarde a estas negociaciones, eres un tomador de normas, o sea, tendrás que aceptar las normas que te impongan», se lamentó.
De acuerdo con Bartesaghi, no es que a Mercosur le falten ganas de abrirse a más bloques comerciales. Hoy el Mercosur tiene cuatro negociaciones en curso: Canadá, Corea del Sur, el Líbano y Singapur y finalizó sus estudios para un pacto con la Unión Europea.
«Pero el pacto con la UE está totalmente estancado por problemas medioambientales, casi hay que hacer una nueva negociación, porque como está, el parlamento europeo no lo va a aprobar”, reconoció.
«Y la grave realidad es que estos mega bloques se siguen constituyendo y parte de América Latina esté por fuera. Chile se puede dar el lujo de cuestionar si se suma, pero Uruguay, Brasil, Argentina, Paraguay no. Estamos llegando muy tarde a esta realidad del Siglo XXI», explicó.
De todos modos, Bartesaghi hace una diferencia con respecto a Uruguay, aclarando que su país sí tiene la intención de abrirse –de hecho, la nación evalúa un TLC con China– pero son las dos naciones más grandes del bloque, Brasil y Argentina, las que inclinan la balanza.
«Brasil se da cuenta de que está por fuera del comercio mundial y que tiene que abrirse al mundo para formar parte de las cadenas globales de valor. Se da cuenta de que paga una enormidad de aranceles en agrobusiness, que tiene cierta industria competitiva a nivel global que podría tener oportunidades, que hay un factor de servicio relevante que puede jugar un rol. Pero todavía tiene ese proteccionismo clásico brasileño y yo creo que el problema está en Argentina, que es uno de los países más proteccionistas del mundo», sentenció el uruguayo.